jueves, febrero 18, 2010

Hacia el futuro

Después de la marcha del 11 de febrero del 2009, Guayaquil tiene que estar a la expectativa de los sucesos que ocurrirán contra ella, puesto que para el temperamento del presidente Correa este tipo de actitudes no debieran existir.

En definitiva existe un conflicto (choque de intereses) entre el presidente Correa y Guayaquil con exclusividad, que está llevando a que todo lo que signifique ventaja para esta comunidad sea de alguna manera, implícita o explícita, vetada en los altos niveles burocráticos. Esta actitud, impropia de un gobierno ganando en votación popular, no tiene otra explicación que el profundo resentimiento causado por no haber recibido, el Presidente, votación mayoritaria en Guayaquil.

El significado político está en que esta ciudad por ancestro es liberal, manifestando con esto que la libertad de decisión siempre fue una característica. En esta ocasión ya no podía ser así porque había de por medio una doctrina política que quiere establecerse en este continente, bajo el eslogan de que la filosofía de los economistas liberales ha fracasado. En parte es cierto, pero los más graves han sido las malas administraciones que ha tenido el país a lo largo de su vida republicana.

El tipo de administración socio-política-económica ha sido siempre, o casi siempre, centralista y centralizador; lo ancho para Quito y el resto para el Ecuador. Hoy se está dando la situación con más notoriedad cuando por medio de una fórmula que favorece el genio centralista, se cercenan los valores correspondientes, y ante el reclamo multitudinario, el Presidente anticipa el resultado diciendo que cumple con la ley: ni un centavo más. Y cierra así el camino a toda negociación.

La decisión que originó la marcha multitudinaria, que se la quiere con cierto cinismo minimizar, es un hecho, una realidad que un buen gobernante no puede pasar por alto. Una manifestación como la referida tiene propia dinámica que está fuera de toda ética. No hay cómo ignorarla so pena de ignorar el factor multiplicador que tiene.

Ambos actores están en la arena, y se ha producido entre ellos un distanciamiento de tal naturaleza que es muy complicado para un negociador que llegue a ponerlos de acuerdo. Y además, como invitado de última hora, aparece un señor Korcho como queriendo darle un tinte político a la marcha, dificultando así cualquiera negociación.

El presidente Correa tiene que dominar su poca flexibilidad política. Un mandatario no es para sí, sino para hacer lo mejor que puede, no solo para el círculo rosa que se dice que lo rodea, sino para el conglomerado