jueves, junio 19, 2008

Administrando a la defensiva

El ambiente del país no es hoy el más adecuado para invertir o para ampliar el sistema empresarial. El futuro aún es incierto. La incertidumbre es riesgo porque no hay una definición precisa del rumbo que se quiere dar, desde el Gobierno, al sector privado. Parecería –es la percepción desde que se realizó el cambio de autoridad– que el proceso económico está en vía de ser controlado por el Estado. El presidente Rafael Correa tiene la obsesión que dicho sector –el privado– es el causante del desorden ecuatoriano, a través de grupos de presión que en todo gobierno existen y seguirán existiendo. (¿No los tendrá también a su alrededor el Presidente?).Infortunadamente Guayaquil ha sido escogida como la ciudad conejillo de indias para experimentar con medidas y decisiones variopintas, el socialismo siglo XXI. Estratégicamente esta ciudad tiene gran valor para iniciar una campaña contraria a lo que podía y debía ser un nuevo estilo de gobierno que apoyara el desarrollo citadino. Ahora se trata de destruir sus instituciones y valores para favorecer la nueva ideología.El panorama se va oscureciendo. Se están sustituyendo los principios de lo que podía ser una buena administración, y se está llegando al caos. No se trata de “la destrucción creativa”; es un camino sin alternativas, que hay que seguir por el sendero en la forma en que lo hace, pero que la aprueba el Mandatario. Llego a creer que tras de él existe alguna eminencia gris que fabrica las acciones y proyecciones para que actúe en la temática y el modo a contrapelo en que lo hace, y en que aparece como un dictador sin la necesaria sabiduría administrativa, cual correspondería a un triunfador de la contienda democrática.Lo que hace el Presidente en mucho son acciones que el Ecuador entero ha venido pidiendo a sus mandatarios. Por lo tanto no se ha inventado la rueda. Lo malo del cambio está en el estilo utilizado para el caso, que es justamente lo que está generando una resistencia muy peligrosa, cuyo futuro no se logra intuir. No está creando el futuro que el país esperaba.Infortunadamente el temperamento con que se ha armado el escenario no es el más conciliador, lo cual lo vuelve negativo ante los problemas de política doméstica.Si para el desarrollo económico del país se pusiera tanto énfasis como la energía que se viene gastando en el afán político, en el tiempo transcurrido el PIB habría mejorado. Las estadísticas al momento pueden decir que la economía del país se va deteriorando, o está deteriorada. Los factores exógenos se han agregado al desequilibrio económico interno que ya existe, que sin visos de detenerlo más vale se percibe que lo agrava la indiferencia oficial.El corolario de este comentario sería: sugerir a la inversión privada administrar a la defensiva, escrutar día a día el entorno y tomar las decisiones mejor informadas para capear el temporal. Más allá de la inteligencia, que se imponga la sabiduría administrativa. No es posible adivinar el futuro pero es posible crearlo mediante un plan estratégico con metas y objetivos definidos y desarrollar, además, un par de alternativas por si las condiciones mejoran o empeoran.

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