jueves, enero 18, 2007

Vigilia

El barómetro de la política señala que la actividad se calienta y que la temperatura no amainará en los próximos días.No se puede negar la relación directa que existe entre la situación política y el desarrollo y comportamiento de los negocios, o sea la generación de riqueza y la distribución de ella. Y esto es lo preocupante: el tiempo que las autoridades dedican a la macropolítica es tiempo escamoteado al proyecto económico de desarrollo del país.
Basta apreciar la relación que en los medios de comunicación existe entre las noticias políticas y las económicas; es como si estas últimas no tuviesen importancia, cuando lo crítico es poder (aunque sea en forma especulativa) hacer ejercicios acerca del futuro de la actividad.
Dada las tendencias que son ya evidentes por las ideologías, actividades y preferencias de la alta dirección del nuevo gobierno, se puede deducir que se iniciará un cambio que, como todo intento de transformación, traerá la resistencia de círculos de interés. Habrá batallas políticas, nuevos cambios en las mayorías, y designaciones. El escenario político es tan frágil al momento que fácilmente podría cambiar la tramoya. Ha declarado el coronel Gutiérrez que “si no actuamos a tiempo podría hasta desencadenarse una cruenta y fratricida guerra civil” (EL UNIVERSO, 2 de enero).
Esto no es tremendismo… Podría ser dramática realidad… Del enunciado se puede deducir la necesidad de que el sector privado se sacuda de la indiferencia y se mantenga alerta (alerta amarilla, sesión permanente).
No se trata solamente de los discursos vitriólicos y sulfurosos del presidente Correa, sino de que estos originan especulaciones que dan lugar a que la inversión privada se paralice y, por consecuencia, no haya el combustible necesario para mejorar la calidad de vida de los ecuatorianos, sus destrezas, la creación y mejoría del empleo. (Sería plausible que el Ministerio del Trabajo haga público el incremento de empleos desde cinco años atrás para poder comparar con la estimación del gobierno Correa).
El gobierno que feneció no logró crear riqueza; no pudo por lo tanto, distribuir lo que no existió (el ingreso petrolero no es riqueza creada en tanto que no sea factor multiplicador). ¿Acaso el gobierno, los gobiernos, han demostrado lo que han hecho en el aspecto social y del bienestar con el ingreso del petróleo, y ahora con su mayor precio, pisándonos los talones? La triste partida del gobierno saliente quizás lleva implícita esa egoísta marca: “después de mí, el diluvio”.
A pesar del tinte que parece tener el nuevo gobierno, no se ven características definidas de un izquierdismo genuino, sino más bien las de una fórmula que rompe los tímidos ribetes de democracia con que se ha venido gobernando el país. Hay que cuidar la institucionalidad. La esperanza no la debemos perder. El joven gobernante que aspira a cambiar el país debe ser el propio artífice de su futuro histórico. Quizás le quepa ser auténtico en la era de las copias.
Ante las promesas la vigilia se impone. Las pasiones políticas están sueltas.

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