miércoles, septiembre 19, 2007

Fallas sociales

Nadie puede ser tan ciego que no quiera ver la transformación de Guayaquil. Su paisaje, sus calles y hasta sus monumentos tienen distinta estampa. Si alguien se hubiera quedado dormido al término de las últimas alcaldías y se despertara ahora que la ciudad tiene un alcalde con voluntad de servicio transformador, se asombraría al pensar que despierta en otro medio muy diferente a aquel cuando se entregó a su sueño.Nos llenamos de nostalgia, eso sí, cuando miramos en ciertos sitios y vemos fotografías de pasajes de la antigua ciudad; no porque quisiéramos regresar a los años ya distantes, sino para poder mostrar de lo que es capaz de hacer por una ciudad la tecnología administrativa. (Administrar no consiste solo en “mandar”, lo básico es conseguir que la gente trabaje y coopere para la misión propuesta).En la etapa intermedia entre lo que fue la ciudad durante la época del dominio usualmente político, de política de segunda mano, Guayaquil sufrió muchos avatares, y hasta el poder central se confabulaba con la anticiudad para impedir su progreso y desarrollo. Las cosas están cambiando, ha llegado una nueva carga de oxígeno transformador. Lo sensible y triste es que a Guayaquil se le quiere detener su progreso porque la “obra continúa”. En la agenda del plan político parecería que hay la intención de darle otro rumbo al impulso de hoy; lo cual es muy problemático conseguirlo porque la obra está muy adelantada y la semilla del progreso está germinando.Nuestro Municipio no necesita ideología pero tampoco ha renegado de la realidad social de este tiempo; ni planificación central que ate sus medios de progreso o que tenga que mendigar sus derechos. Cambiar gato por liebre no será fácil. Además, según los dictados de marketing social, es muy difícil borrar una imagen que se ha fraguado con resultados en el tiempo.Hay que admitir que sería fanfarronada o arrogancia mal disimulada decir que todo está hecho. Guayaquil tiene aún enormes fallas sociales, sin mayores diferencias con otras ciudades de igual o parecida demografía. Determinar estas fallas, la importancia que tienen para crear el futuro de la sociedad guayaquileña en materia social, económica, educacional, etcétera, es un nuevo desafío difícil de cumplir, y que por la tendencia que se percibe, el Gobierno no colaboraría para la obra. La ciudad puede atascarse. En la práctica política nuestra es ancestral que cuando se asume a un cargo hay que congelar lo hecho por el antecesor: se crea el demérito.El viejo modelo de hacer política y ganar votos no ha desaparecido; no es obstáculo trabajar por el “voten por mí” y otras poco cultas prácticas eleccionarias. Todo el aparato electoral está envejecido. Y lo que es más, en la época de la miniaturización y simplificación, aparece una multitud de candidatos como para causar disturbio en el acto de votar, que lo que se conseguirá es un embrollo, que al final de cuentas con el producto se conseguirá que gane el que tenía que ganar como beneficiario del enredijo.¿Por qué no se pueden proscribir estas prácticas electorales malsanas? La nueva tónica pero vieja práctica ha llegado cuando los partidos políticos han caducado y no tienen líderes que traduzcan las necesidades y demandas de los ecuatorianos. Resulta entonces que las mayorías que fueron, hoy resultan minoría por consenso. El principio de sustitución, igual por igual, no cambia las fuerzas del desarrollo.

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