jueves, junio 11, 2009

¿En qué tipo de crisis estamos?

Todo el mundo habla de que existe “crisis”, pero nadie acierta a decir de qué clase es; porque las hay de diferentes tipos: económica, financiera, política, de administración, etcétera. Lo raro de esta crisis es que el Gobierno sigue gastando a troche y moche. Sin exagerar, el Presidente está en campaña política electoralista desde el primer día de su mandato, y esto cuesta mucho dinero al Estado, que está escuálido.

Al Presidente se le está yendo de las manos la economía del país, hasta llegar a lo que todavía no se podría llamar crisis. Lo que ocurre ante el desastre administrativo de la dirección económica es que se ha perdido la ruta. Parches por aquí, parches por allá.

El resultado viene siendo lógico: una depresión económica, cuyos resultados no serán de ninguna manera los que el Gobierno espera.

Lo hemos dicho antes: todas las medidas económicas y financieras que se han tomado hasta ahora no estimulan la producción, y mucho menos la productividad de los negocios. Asombra, por tanto, que siendo el Presidente economista de profesión caiga en dictar medidas algunas como de las que hasta ahora ha decretado, que van en desmedro de querer incrementar el PNB. La inflación está llegando por la vía de los precios.

Es de suprema importancia crear la seriedad en el país, porque hasta ahora las medidas que se han tomado tienen sabor amargo, dentro de un contexto que no crea confianza. El capital privado no llega o abandona el terreno ante la inseguridad: teme la nacionalización, la confiscación, a las altas tasas de interés, y otras etcéteras que pudiera inventar un gobierno cercado por un irracional manejo de sus ingresos. Y la seriedad consiste en tener un plan de desarrollo firme y dispuesto a seguirlo. Los estadistas modernos así administran a su país.

No se entiende la crisis que se dice que estamos pasando, cuando el Presidente viaja a capricho, al igual que todos sus ministros. Mientras tanto, parecería que el Gobierno y las autoridades monetarias están esperando que la enfermedad de la economía se restablezca sola; pues eso parece significar la configuración del entorno económico-financiero. Pero, claro, si se pone a manejar un auto de carrera a quien solo maneja un vehículo convencional, lo que haga resultará en el parto de los montes. Aquella triste figura retórica de las “doras” habla muy mal de los dirigentes de nuestra economía del siglo XXI.

Hay desconcierto en la dirección de la economía: no existe un plan de desarrollo total y los jerarcas utilizan medidas parche, que más vale crean desconcierto, trastornando el mercado y creando la especulación. El juego con las tasas de interés es típico, alrededor de las cuales se conjugan muchos valores positivos y también negativos del dinero. Esta incertidumbre hace que el dinero se esconda o emigre del país.

Todavía no se interviene al sector bancario conforme a las reglas del socialismo siglo XXI, que tienen como uno de sus principios que cada vez el Estado debe intervenir o controlar ciertas actividades.

La depresión que afronta el país es una enfermedad que mantiene escuálida a la economía. Las variables con que se miden la productividad llevan tinte político y crean el desgano y la paralización en el consumo.

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