jueves, abril 13, 2006

¿Hay algo positivo en el TLC?

La cultura del negativismo nos lleva casi siempre a pensar que lo nuevo es dañino, perjudicial; siempre estamos buscando la parte mala de ideas, actitudes, leyes y nuevas acciones direccionales; y que más cómodo es seguir pensando en línea recta. ¿Linaje, educación, imitación, desconocimiento...?El sector privado de la gestión comercial pudiera estar favorecido o perjudicado con la vigencia del TLC. No lo sabemos: pues politizado el tema, ya interviene un diferente factor que oscurece el criterio general.Es incuestionable que en mucho, por lo que se conoce e hilando fino, el Tratado puede resultar unilateral. Defiende Estados Unidos un territorio proveedor de commodities especialmente. Sin embargo, se puede pensar que dentro de este panorama que parece de una sola vía, se podrán encontrar soluciones de estructura que lleven a que los débiles puedan sacar provecho de entre sus disposiciones.Lo primero que debe suceder es que las empresas de negocios revisen sus estructuras para poder hacer frente al futuro. El conocimiento, la comprensión y la acción de parte del gobierno y el sector privado serán insustituibles para sacar provecho del nuevo entorno. El gobierno y la inversión privada tienen la palabra.Se abrirán y se cerrarán oportunidades: es lo que sucede en época de las grandes competiciones. Unos ganan, otros pierden. Revisemos la historia de la banca, del cacao, del banano, del camarón, de la industria de manufactura, y aun de la inmobiliaria.El TLC es un proceso de transferencia y transformación; de relaciones económicas y financieras: las empresas y las naciones conocen que no solo competirán entre sí, sino que se extenderá la acción a los continentes o a un grupo de naciones. ¿Llevará este nuevo paradigma hacia una crítica especialización, con sus consecuencias culturales, económicas, tecnológicas y hasta militares...?Una de las primeras consecuencias será la necesidad de revisar la estructura financiera de los gobiernos y las empresas; por razones más allá del proceso natural, tanto los unos como las otras vienen viviendo, casi en la generalidad de los casos, en una economía de apalancamiento, con deuda recurrente a corto plazo; en ocasiones con pasivos onerosos a largo plazo, o dependientes de un sistema bancario, que podría resultar amenaza para el sector favorecido. De otra parte, los gobiernos viven con eternos déficits, apalancados por préstamos internacionales (FMI, bonos de deuda, etcétera, que inciden en la inequidad, la pobreza, el marginalismo, la carga de impuestos, la inflación, y el beneficio para sectores de interés particular).Frente a la nueva competencia –que será de compradores y vendedores– se forzará el cambio de las estructuras financieras. La estructura del pasivo de las organizaciones tiene que ser revisada forzosamente para conocer hasta dónde una institución puede trabajar apalancada con deuda, desaparecer, venderse, asociarse por estrategia de supervivencia, etcétera (uso de la Prospectiva y sus técnicas).El directorio y la gerencia superior de las empresas –incluso de los bancos– tienen que estar alertas a la dirección que seguirán las finanzas internacionales. Las finanzas, en adelante no se podrán manejar solo con números, en función de tesorería, sino bajo nuevos conceptos y estrategia financieros.

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