jueves, marzo 22, 2007

La revolución que viene

La revolución industrial que terminó con la II Guerra Mundial dio lugar a que llegue la revolución del conocimiento que el mundo está viviendo ahora. La era no es una ficción o una percepción: es una realidad que está cambiando completamente nuestras vidas, que está poniendo al alcance de la humanidad métodos y herramientas que revolucionarán nuestra concepción de cómo es ahora.La nanotecnología (medida en milmillonésima de metro) también cambia al tiempo y surge el attosegundo y el zeposegundo. Estos nuevos factores originan el proceso de miniaturización, que permite jugar e inventar herramientas para la investigación antes nunca vistos. Dice Toffler, el futurólogo: "En principio, los investigadores pueden -o pronto podrán- dar un paseo por el interior de un simple grano de arroz para observar visualmente cómo se construyen sus estructuras internas, a medida que crece, y seguir observándolo cuando el arroz es almacenado, procesado, transportado y cocinado. Los investigadores podrán, por así decirlo, pasear por un intestino en trance de digerir arroz". ¿Podemos, acaso, imaginarnos lo que este nuevo conocimiento significará en campos como la economía, la medicina, la agricultura.?Los cambios obligan a países, empresas y organizaciones a revisar sus estructuras para tornarse competitivas ante la rápida evolución de los mercados actuales. Hay dos factores importantes que obligan a la revisión: la moneda única global y la desaparición de fronteras comerciales, ambos como consecuencia de la fluidez y velocidad de la información.Ya no se puede dejar de estar informado de lo que pasa a lo largo y ancho del mundo. La defunción está marcada por la tecnología de la automatización, que a la vez es mezcla de tiempo y conocimiento. Los teatros de acción son tan variados o geográficamente tan separados y extensos que el mundo tiene que ser informado sobre los efectos del calentamiento en la Antártida, la guerra en Afganistán, el sopor con el TLC. Estos escenarios no son nuevos en el mundo, pero lo que sí es nuevo es la necesidad de ser informados en nanosegundos al mundo entero, por sus repercusiones en la generación de riqueza o la difusión de pobreza.La velocidad y la calidad de la información -por tanto, los medios que la difunden- pronto estarán obsoletos frente a las necesidades: demanda y oferta del consumidor. Imaginemos por un minuto los efectos de las noticias que el llamado tiempo real tendría en las bolsas de valores para escándalos financieros como Enron, Parmalat y otros, o los sorpresivos progresos tecnológicos de China e India.Ante tamaño desafío, el Ecuador parece un país envejeciente, peleando todavía por cuestiones que debieron estar solucionadas illo tempore. Los fantasmas, entelequias de grupos de poder, danzan sempiternos alrededor de cada actividad rentable, atrasando así el progreso del país, mientras su Gobierno permanece cargado de instituciones obsoletas, grasosas y disfuncionales. Para un sagaz administrador, actuar en esta área estratégica que causa pobreza debería ser lo primero de lo primero.Para un gobernante el tema es candente, porque debe luchar contra la burocracia a la que no le interesa el cambio, y que lo entorpece, como mecanismo de defensa.

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