jueves, julio 23, 2009

El País

Cuando la patria es de todos, al exclamarlo así se siente un orgullo extraordinario que parecería escuchar el clarín que nos llama a defenderla. Y realmente hace falta que la defendamos ahora que los escualos ya comienzan a merodear la presa.

Resulta difícil ignorar o pasar por alto los negocios millonarios que por la influencia cercana al poder se han concedido con ausencia de requisitos de ley, sin los cuales no es posible acceder a los recursos que se dan prestados en la CFN.

Son deudores privilegiados. El privilegio está precisamente en ser hermano del Presidente. Este trato preferencial de ninguna manera es nuevo. Es un elixir que fluye en toda administración; pero no por eso es justificable.

Ahora que el país es de todos, los contratos también son de todos. Si el Presidente lo habrá sabido o no, es indiferente. Si ha transgredido algunas leyes para acomodar el futuro de su gobierno no importa la imagen. Por otra parte la oposición también tiene un campo feraz para las actividades en contra de las políticas del Gobierno.

No se puede negar la transgresión de la ley por parte del allegado presidencial; hacerlo sería querer tapar el sol con un dedo. Si este escándalo deja de ser noticia prima, la historia ya lo recogió. Surge ahora un nuevo escándalo cuando ya se especula acerca de la contribución económica de la guerrilla colombiana a la campaña presidencial del ahora presidente del Ecuador.

Envuelto en estos escándalos, dedicado a viajar, la administración del país no puede ser lo eficiente que debiera ser para producir el cambio que prometió. Los pelucones a quienes tanto popularizó ya tienen reemplazos. El país conoce las andanzas de los nuevos privilegiados.

De otra parte, parecería que la cantera de candidatos ya no existe, gobierna con el sexo femenino. Y este concepto no es para decir que es malo, porque hoy la mujer está preparada, pero no en carreras políticas, lo que por consecuencia causa un constante flujo de personas de ambos sexos, la mayoría de los casos sin mayor trascendencia. Esta discontinuidad no favorece a la imagen del régimen, lo debilita y lo desgasta. No creo que esta política sea mala, que hasta pueda causar el enunciado una protesta.

Y por fin no es posible pensar en una eficiente administración cuando las decisiones se las toma apresuradamente, que luego hay que dar marcha atrás.

La tarea de cambiar al país de productor a productivo aún no ha principiado. Las leyes que hasta ahora se han dictado son para demostrar algún interés, pero hasta ahora no hay un plan o programa realista y coordinado que sustituya al desorden, elimine la incertidumbre. Las tendencias indican que ese estado de cosas continuará por el interés de manejar el gobierno hacia la reelección.


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