jueves, agosto 06, 2009

Poco a poquito

El gobierno de Rafael Correa está pasando por un periodo de acción política muy febril. El descontento masivo comienza a hacerse presente en las calles y se enfrenta con la Policía, que pronto no podrá detenerlo, y es donde está el peligro, que la actitud de protesta suba el nivel calórico y se produzcan situaciones o hechos de mayor trascendencia.

No cabe duda de que los vientos contrarios soplan cada vez con más fuerza, deteniendo así el desarrollo económico del país. Están saliendo tantos acontecimientos desfavorables para el Gobierno que en realidad torna admirable que se pueda gobernar con una marea que cada vez amenaza más y más la posibilidad de que le quede tiempo y mente fría al Presidente para gobernar; en cuyo caso, de no poder gozar de estas ventajas, tiene que delegar mucho de sus ideas y proyectos a sus funcionarios, con peligro de que no puedan interpretar sus ideas y el cumplimiento de los objetivos.

En la administración pública y también en la privada el poder para la decisión y la responsabilidad no se pueden, ni se deben delegar. Con mayor razón en el quehacer presidencial, en que la autoridad es un mandato entregado por el pueblo al gobernante. El pueblo es el que designa a quien, por la Constitución, le da el poder último para que pueda legislar.

De otra parte en democracia el poder, a pesar de perseguir el bienestar social dentro de la igualdad y equidad del presidente tiene fronteras legales dentro de las cuales podrá actuar. Gobernar a espaldas de estas leyes es acción dictatorial, y torna al gobernante susceptible de ser tildado de dictador: término nefasto para la dignidad política de cualquier mandatario.

Parecería que Rafael Correa maneja la teoría subyacente de que toda ley tiene su trampa legalista, que sirve para evadirla o incumplirla; y eso es lo que está sucediendo por parte del Presidente para conseguir el poder total para producir el cambio. Un cambio que no se lo entiende, pues se trata de cambiar leyes en beneficio de su mandato. Podemos, por lo tanto, esperar sorpresas, producto de sus ideas revolucionarias, pues las que hasta ahora ha dictado no dan aún el resultado previsto, y de la confusión surge la corrupción. Esta –la corrupción– surge en cualquier estamento del Gobierno. Mucho me temo que al eliminarse la autonomía del Banco Central que es desde donde se vigila, se regula y se controla el sistema monetario, se vayan a producir disposiciones y prebendas que afectarían la moneda, y que quizás sea el primer paso para que se cumpla la idea chavista de una moneda bolivariana.

El Ecuador está pasando por un periodo de transición. Los beneficios del nuevo orden aún no los sentimos, y más vale ha aumentado el deterioro de la economía y del propio dólar que, desde el gobierno de Mahuad, se adujo que era la medida que hacía falta para tener un Estado de bienestar.

Hay lucha entre el capitalismo moderno y el socialismo del siglo XXI, por lo cual para conseguir éxito se necesita destruir las instituciones y crear las leyes que facilitarán a las nuevas, que estarán controladas por el Estado, terminando así con lo que se ha dado en llamar la larga noche neoliberal.

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